Mirando Marean, Voluntario de VE Global, enero 2015
Es un refrán común que las pequeñas cosas de la vida son las que cuentan, pero esta filosofía no se aprecia frecuentemente. Antes de lanzarme a explicar por qué las pequeñas cosas son de verdad las más grandes, les contaré una historia que me hizo pensar en este concepto en el primer lugar:
En un día normal en el hogar, una de las tías me pidió llevarle a M (la niña de tres años más linda del mundo) a la tienda para comprar un koyak, un chupete dulce. En ese momento no tenía idea qué significaba la palabra, ni tampoco donde quedaba la tienda, pero la tía me aseguraba que M sabía todo lo necesario para llegar. Así salí del hogar, juntas de la mano con M, y dejé que me guiara por la calle. Bajo circunstancias normales, habría estado aterrorizada de seguir a una niña tan pequeña (normalmente no tienen un sentido de dirección tan bueno). Pero la tienda quedaba a sólo unas cuadras más allá, y confiaba que M sabía exactamente dónde estaba. A pesar de eso, yo igual le preguntaba a M en cada esquina si ya estábamos por llegar.
Cuando finalmente llegamos a la tienda, fue M la que habló con la señora del mesón y pidió su koyak. Fue M la que le dio 10 pesos en vez de 100 pesos, lo que significó que yo fui la que le entregó la cantidad correcta: mi momento más útil. Cuando salimos de la tienda, M me miró y me dijo “Somos un buen equipo tía, ¡dame esos cinco!” Así que le di cinco, y volvimos rápido para que ella no llegara tarde a las clases.
Puede que no parezca mucho, pero el hecho de que M me haya reconocido y dicho que hice un buen trabajo significó todo para mí. He contado esta historia miles de veces porque me conmovió profundamente. Fue algo pequeño, un viaje corto que sólo duró unos minutos, peroes uno de los momentos más importantes para mí en Chile.
Yo ya he llegado a la mitad del tiempo de mi compromiso con VE Global haciendo mi voluntariado en Hogar San Francisco de Regis. De lunes a viernes me pueden encontrar en San Fran, un hogar residencial para niñas en situaciones de riesgo social, quienes han llegado a vivir allí por dificultades con sus familias.
Puesto que las clases en el colegio empezaron de nuevo, mis días se alternan entre ir a buscarlas del colegio, ayudarles con sus tareas, y hacer actividades y talleres (de arte, teatro, deporte, juegos, etc.) cuando es posible. Con un horario tan ocupado con las niñas, especialmente por las tareas, no hay muchas oportunidades para grandes aventuras. Pero eso no significa que no haya miles de oportunidades para compartir.
Incluso ayer, cuando casi todas las niñas hacían sus tareas, A estaba en la sala de juegos porque ya había terminado las suyas. Tomó uno de los pizarrones de juguete y me pidió un plumón. De repente ya estábamos jugando al profesor (obvio que ella era la profesora). Fue una oportunidad donde ella podía tomar el control y liderar la actividad, y yo feliz, dejé que lo hiciera. A decidió que era una clase de matemática, explicando su actividad (que tenía que ver con una suma de algún tipo) y dibujó muchos ejemplos con huevos en cajas antes de pedirme a mí que repitiera lo mismo que hacía. Ella me guió paso a paso y tomó muy en serio su posición de profesora, fue un lado de ella que no había visto antes y una experiencia muy enriquecedora. La clase sólo duró 20 minutos antes de tomar onces, pero creo que eso fue más que sólo una clase de huevos en cajas.
Son momentos como esos que hacen que valga la pena estar aquí. No sólo tengo la oportunidad de trabajar con niñas hermosas e inspiradoras, sino también tengo la posibilidad de trabajar con voluntarios increíbles (tengo muchas historias que contar acerca de mis compañeras de voluntariado Katie y Marta, quienes trabajan conmigo en San Fran, pero eso sería ya otro tema). Son todas las personas que me rodean que me enseñan mucho día tras día.
Estoy segura de que he aprendido, aunque apuesto que seguiré aprendiendo mucho más antes de terminar mi tiempo acá, es que jamás hay que dar por hecho estos momentos que existen entre las grandes aventuras. Quizás sólo duren un par de minutos, pero confirman los motivos por los cuales nos lo hacemos en primer lugar.