Mi curiosidad de otra parte del mundo, mi amor para las montañas y una necesidad fuerte de hacer algo significativo para otras personas me llevaron a Santiago de Chile. Cambié un trabajo no exigente y rutinario por un entorno lleno de desafíos culturales y sociales, traslandándome casi 13.000 kilómetros a un continente donde nunca antes había estado, empezando un voluntariado para una organización que se dedica a los niños y niñas en riesgo social.
Estoy trabajando en un hogar de protección para niñas que tenían problemas en sus familias. Algunas tienen la posibilidad de volver a vivir con parientes después mientras otras pasan toda su infancia allí. Yo trabajo con 24 niñas entre 5 y 15 años. Las busco de sus colegios, les ayudo con sus tareas, juego, enseño un poco de inglés, organizo actividades para su tiempo libre, y las acompaño a los médicos, etc. Cada día enfrento situaciones nuevas que me cambian como una persona.
Antes de llegar aquí, nunca me describiría como alguien con mucha paciencia. Siempre tenía la tendencia de tomar todo muy a pecho, a frustrarme cuando no lograba algo y a estar preocupada cuando esperaba algo que no pasaba por mucho tiempo. Ahora la paciencia me ayuda a manejar uno de los desafíos más grandes aquí – motivar a las niñas a participar en las actividades que preparo. A ellas les falta el interés o lo pierden después de 5 minutos de hacer algo. Lo que pasa es que cuando empiezo un juego o un taller con ellas, oigo ‘que aburrido‘, ‘no quiero hacerlo‘, ‘ de verdad tengo que… ?‘. En el pasado, situaciones así me impedían tomar la iniciativa o pensar en nuevas ideas. Pero me di cuenta que puedo empezar hacer lo que quiero y no tomar en cuenta tanto los comentarios negativos. Siempre al final, algunas niñas comienzan a responder a mis preguntas o mirar a lo que hago.
Cuando algunas ya se entusiasman, otras siguen el ejemplo. Si ellas todavía no quieren participar en una actividad, intento hacerla otro día y su actitud puede ser diferente. Simplemente no puedo dejar que nada me disuade intentar una y otra vez para lograr las metas que tengo con ellas. Establecer una buena relación con las niñas toma tiempo y nada pasa inmediatamente en el momento que yo quiero. Pero, si no me doy por vencida cuando no logro algo la primera vez, me sorprendo con los resultados positivos más tarde.
Seguramente después de 4 meses de voluntariado aquí, seré una persona distinta. Cada día aprendo cosas nuevas, como la creatividad, la flexibilidad y la consistencia. Me enfrento con situaciones que me hacen ver la vida de otra perspectiva y reflexionar sobre muchas cosas. Voy conquistando los obstáculos como mis propias inseguridades, el humor cambiante de las niñas, y su comportamiento que a veces no entiendo. ¡Esto es de verdad una experiencia preciosa e increíble!