Por Laura Muñoz de Benito, Voluntaria de VE, Enero 2013
Ser voluntaria, comprometida por un tiempo y en un lugar lejos de todo mi entorno conocido, ha sido una decisión, que antes de eso, tan sólo era algo que de vez en cuando me daba por soñar. Ha tardado alrededor de siete años en tomar forma, pero al fin puedo decir que hoy es mi realidad.
Así es como actualmente, algo más de dos meses después de aterrizar en Santiago, me encuentro como voluntaria colaborando junto con otros cuatro compañeros en un Hogar en la comuna de Macul, Posada del Niño, con niños de edades comprendidas entre 5 y 18 años. Es importante señalar que somos los primeros voluntarios en colaborar concretamente en este hogar, y absolutamente todo es nuevo para ambas partes.
Como en todos los caminos habidos y por haber, hay días buenos, y otros no tanto… pero ¿cómo lograríamos crecer sin estos últimos?
Las primeras semanas las recuerdo muy emocionantes: éramos la novedad para los niños, y ellos para nosotros. Si bien no sabíamos exactamente hasta dónde podíamos intervenir, ni de qué pie calza cada uno, pasamos buenos días con ellos, conociéndolos, disfrutando del sol en la piscina, jugando a fútbol en la cancha, haciendo excursiones, tocando la guitarra o leyendo cuentos. Este sentimiento de alegría y descubrimiento, en ocasiones se mezclaba con otro: me sentía como una extraña. Una extraña invadiendo sus casas tratando de persuadirles a veces sin mucho éxito para hacer actividades diferentes. Una extraña a la que no obedecían cuando les decía que se bajaran de un árbol o no se pelearan, o intentaba establecer límites a los que no están acostumbrados.
A medida que ha ido pasando el tiempo, no ha sido más fácil. Los vínculos no se establecían fácilmente, muchos seguían sin obedecer y faltando el respeto, y el ambiente que existe en sí en el hogar es bastante inestable: algunos niños abandonan las casas y otros nuevos llegan, junto con las tías cuidadoras o profesionales que del mismo modo, llegan nuevos, y otros se marchan. Aunque no sea un contexto ideal, esta es la realidad que hemos encontrado al trabajar, y por tanto, así hemos de afrontarla. Todo esto hace que el reto para el voluntario sea aún mayor.
Entonces… ¿Cómo actuar ante una situación así?
Personalmente sentí que los 7 años de experiencia que tengo trabajando con niños y mis estudios de Psicología, no me eran de gran ayuda: no podía aplicar mis propios recursos de forma directa… desde juegos a estrategias educativas. Además entré en un círculo vicioso en el que directamente estaba molesta porque los niños no colaboraban o no se portaban bien. Por unos días me sentí resignada, reconozco haber estado desganada e impotente, pues por un lado no sabía cómo actuar con los niños, y por otro, tenía la sensación que nada del buen funcionamiento del hogar dependía de nosotros. A esto se añadían pensamientos tales como“¿por qué estoy desmotivada, si en teoría trabajar con niños es mi pasión? ¿Quizá realmente no me gusta tanto dedicarme a ello? ¿Qué me ocurre?”
Era evidente que algo tenía que cambiar… así fue como aprendí a adaptarme, abrir la mente y junto con el apoyo y capacitaciones de VE Global y el calor y trabajo de mis compañeros en equipo, salí adelante con ilusión, empezamos a proponer alternativas y diversas maneras de abordar los problemas. De este modo cambié la actitud a la hora de afrontar estas situaciones que estaba viviendo.
Por un lado, los niños me han enseñado a dejarme llevar, a ser flexible y paciente, y dejar a un lado mis estrictas normas de orden que traía a mis espaldas de la escuela convencional de Barcelona. Escuché más sus necesidades en vez de imponer un horario preestablecido de actividades y cosas por hacer… Aprendí a conocerles, que no tenía que pretender que los niños se acomoden a mí, a mis órdenes que “tienen que cumplir simplemente porque lo digo yo”.
Si por ejemplo cuando llego al hogar, un niño viene corriendo y me moja con su pistola de agua… ¿por qué le digo molesta que no me moje y exijo que obedezca y se porte bien sólo porque YO lo digo, porque simplemente no me apetece mojarme porque tengo un mal día? estamos en verano, hace calor y voy a jugar con ellos, ¡lógicamente quiere jugar y mojarme! Quizás entendiéndolo así hasta disfrute del verano, del agua y de esa manera de pasarlo bien. Dicho así hasta resulta una pequeñez, pero darse cuenta de esto puede hacer que un día sea bueno o malo… Sin olvidar que a veces sí que es necesario imponerse a los niños, o mostrarse enfadado, obviamente.
Me han enseñado que los vínculos se crean poco a poco, pero se crean, y es posible, y se recoge algo de lo que se siembra: los niños confían más en ti, puedes tener mejores conversaciones y al final se aprende a negociar cuando algo no está bien. Ellos valoran mucho una actitud simpática y positiva.
Acerca del funcionamiento del Hogar…es cierto que no podemos cambiarlo, no podemos gestionar los recursos directamente o establecer normas. Y sobre todo teniendo en cuenta que somos los primeros voluntarios en trabajar con Posada. Pero… sí podemos luchar para conseguirlo.
Si nos resignamos y tomamos el camino fácil pensando que nada depende de nosotros, que es poco lo que podemos hacer, al final estamos sin quererlo, apoyando este sistema , y perdiendo de vista nuestro objetivo: el trabajo con los niños.
Tenemos que buscar soluciones alternativas a los problemas, porque existen.
Por eso quisiera animar a todos los futuros voluntarios transmitiendo algo que he aprendido porque lo he vivido en mis propias carnes: PODEMOS MARCAR LA DIFERENCIA.
Hemos de creer que nuestro esfuerzo marcará una diferencia en un futuro y aunque no lo presenciemos a corto plazo, así será. Creer en ello nos da motivos para seguir adelante. Hemos de trabajar en pequeños cambios y evolucionar en pro a los niños, intentar crear un ambiente de mayor calidad donde próximos voluntarios podrán así incidir más y mejor sobre los chicos, educando en valores, luchando por sus derechos y adaptándose con mayor eficiencia a sus necesidades individuales. Al final todo se retroalimenta. Y quizá sea ese nuestro objetivo, abrir un pequeño camino a próximos voluntarios, intentar que nuestra figura tome mayor fuerza y demostrar que sí somos importantes, que ahí estamos cumpliendo nuestra misión, por y para los niños. Tenemos que creer en el valor y poder que tenemos los voluntarios, formamos parte de algo que nosotros mismos construimos, y aunque no sea un recorrido fácil, seguimos en él porque creemos que es posible.
Y aquí puedo decir que me encuentro yo, descubriendo cada día algo nuevo, en esta capital latinoamericana que tan bien me ha acogido. Llena de esperanzas en mitad de un camino que yo misma elegí, y me atrevo a decir que es justamente donde quiero estar, aprendiendo de los niños y exprimiendo cada día esta experiencia de vida. Un camino que transitamos y compartimos actualmente unos pocos, pero que sumados al final, somos muchos, y que entre todos puede ser más llevadero y enriquecedor.
¿Qué más decir? Me alegra poder dar noticias como que en Posada del Niño, por el momento estamos llenos de proyectos que se van consiguiendo: en proceso estamos de adaptar una de las casas del hogar para que sea el espacio propio del voluntario: dedicada exclusiva a las actividades lúdicas, a rincones de lectura, de refuerzo escolar, a momentos de desahogo donde un niño puede acudir si se siente mal…
Queremos dar otro color al hogar, y pintar las paredes de las casas y la cancha del patio… hemos construido con los niños unos basureros preciosos para reciclar y nos gustaría también crear un huerto urbano. Algunas tías están muy implicadas y nos apoyan, y los niños poco a poco van participando más en los diferentes talleres y actividades cuando ven que nosotras mismas somos quienes intervenimos. ¡La mejor manera de transmitir ilusión es estar uno mismo ilusionado!
Son pequeños cambios, que probablemente en cuatro meses no signifiquen gran cosa, pero estoy segura que con el aporte de todos los que nos seguirán, podremos marcar un antes y un después… esa diferencia… Con esa virtud que nos engloba e identifica y al final hace que seamos lo que somos y respondamos como tal: voluntarios, capaces y comprometidos.