By Alex Wynn
VE Volunteer from Washington, USA
Como voluntario existen muchas sorpresas que recibes cuando trabajas en un hogar. Para mí, una de las mayores sorpresas que he tenido durante mi voluntariado en Pléyades ha sido lo mucho que les encanta la ciencia a los niños . Ya sea química, biología o ingeniería, un taller de ciencia garantiza que participen todos los niños. Por ejemplo, un experimento de química puede alejar a los niños de los computadores, y las ciencias naturales son manera segura para abrir conversaciones interesantes. Y además, mientras tanto construyo relaciones positivas y significativas con los niños.
Durante la capacitación inicial de mi clase, antigua coordinadora de programas, Lily Gordon, sugirió una página web amigable para los niños, donde pudimos encontrar talleres de ciencia ya preparados para realizar con niños. Un día no sabía qué hacer en la actividad del día siguiente, entonces fui a la página web y conseguí material de uno de los talleres más simples que pude encontrar: cómo la silicona reacciona en agua tibia. El experimento salió muy bien, y los niños me pidieron empezar a traer más actividades científicas. Eso fue genial, porque ahora conocí un tipo de actividad que a todos les gustaba hacer.
Hay algunas cosas, sin embargo, que tengo que tener en cuenta a la hora de planificar un taller de ciencia, como el nivel de dificultad por ejemplo. En Pléyades, las edades oscilan entre los cinco y trece años, por lo que el taller tiene que ser adaptable para todos los niños que participen. Debe ser suficientemente simple para el niño de cinco años, pero también debe tener una versión más compleja para intrigar al niño de trece años. También tengo que tomar en consideración que no todos los talleres de ciencia funcionarán necesariamente según lo planeado. Un niño en Pléyades, por ejemplo, tiende a creer que todos los materiales para el taller están ahí solo para hacer su propio experimento científico.
No creo que ni en un millón de años hubiera imaginado hacer talleres de ciencia con niños en un país extranjero, sobre todo porque nunca me gustaba mucho la ciencia. Sin embargo, ver que a los niños con quienes trabajo les encanta me hace disfrutar la ciencia mucho más. No existe una mejor sensación para mí que llegar al trabajo y anunciar que la actividad del día va a ser de ciencia y al instante tener todos los niños decir: “¡Bakán!”.