Por Sanya Bischoff
Voluntaria de VE de Frankfurt, Alemania
Si tuviera que describir mi día en el trabajo en una sola palabra, sería colorido, porque nunca sabes lo que va a pasar. Estoy cuidando a los niños más pequeños, de 5 a 7 años, en el “Grupo 1” y me he enamorado de ellos. En mi primer día tuve algunos problemas cuando una niña de 7 años me intentó explicar el tiempo futuro en español, y también me costó trabajo jugar “Stadt-Land-Fluß” por falta de vocabulario. También tuve que explicarle problemas de matemáticas a un niño de 11 años en español sin sentirme apenada o frustrarme. Mi salvavidas: El diccionario. Una y otra vez, me encontré en situaciones donde buscaba una palabra en el diccionario, y los niños estaban tan interesados como yo en el idioma alemán. Sólo se requiere de paciencia, curiosidad y adrenalina para tener un día fabuloso. Con los niños más pequeños me costaba más trabajo comunicarme por la barrera de idioma, porque tienden a hablar sin pronunciar todas las sílabas o se juntan las palabras. A pesar de esta barrera, todos los días me voy a casa habiendo aprendido más vocabulario.
Mi actividad favorita en este momento es pintar. Las niñas adoran expresarse a través del arte. Y es la comunicación no verbal lo que más me ha atraído en particular. Hago que los niños dibujen su animal favorito y de esta manera descubro rápidamente cuáles son sus intereses y cosas favoritas.
Durante los primeros días en el trabajo, los otros voluntarios y yo luchamos con el trampolín instalado temporalmente, el cual les distraía a todos los niños, y el cual, a pesar de ser divertido, ocasionó muchas lágrimas y pleitos. Sin poder hablar el idioma, yo tenía que coordinar a los niños y su tiempo en el trampolín. “Imposible,” fue mi primer pensamiento. Pero un determinante “Para!” o unirme a los niños y brincar con ellos, hacía que ellos me pusieran mas atencion a pesar de que yo no podía entenderles.
En mi segundo día, una niña se me acercó llorando, enojada y agitada. Me habló en un idioma que se suponía era español y esperaba que le ayudara. Yo no sabía lo que estaba pasando. Todo lo que entendí de lo que ella decía era que había habido un pleito. ¿Qué puedes hacer en una situación cuando palabras tienen que resolver una disputa? Le di un abrazo, la distraje y le sonreí esperando que se le olvidara el problema rápidamente. Naturalmente, no fue así de simple. Sin embargo, después de unos minutos, me sonrió y quería jugar conmigo. Por supuesto, esta no es la mejor manera de resolver un pleito, pero en esta situación, una sonrisa hizo que el enojo dentro de su cabeza desapareciera. Por el momento, esto es más que suficiente.
My primera semana estuvo llena de pintorescas imágenes, caras sonrientes, abrazos cálidos, conversaciones sofisticadas y momentos que nunca olvidaré. Ya sea cuando la pequeña niña me decía al oído que yo era una de sus mejores amigas, o cuando el niño que siempre quería ser abrazado me decía “Te amo, tía”. Son todas estas pequeñas cosas y momentos que me han hecho feliz a pesar de las frustraciones con el idioma. Es, de hecho, más sencillo de lo que piensas, porque los niños no necesitan hablar para comunicarse. Sólo se necesitan juegos, besos, abrazos, caras chistosas, algunas palabras y una sonrisa cariñosa para llegar al corazón de los niños y hacerles entender que estás ahí para ellos.