Por Dorothee Sassin, Voluntaria de VE Global, Septiembre 2015
Lee el blog original en alemán abajo, o desplaza hacia abajo para leer la traducción al español.
Wie ein Sechsjähriger zu meinem Vorbild wurde
Als ich mich vor fünf Monaten zum ersten Mal auf den Weg zur Förderschule Colegio Anakena machte, hatte ich keine Ahnung, was mich hinter dem weißgestrichenen, von Palmen und exotischen Pflanzen umgebenen Tor erwarten würde. Nach meinem dreijährigen Sonderpädagogikstudium im geordneten Deutschland hatte mich wieder einmal das Reisefieber gepackt und dazu gebracht, mich hier, am anderen Ende der Welt, auf ein neues Abenteuer mit sechs autistischen Kindern einzulassen. Da stand ich nun also, mit meinem mangelhaften Spanisch und unzureichendem Wissen über Autismus, aber dennoch voller Energie, Motivation und Neugierde.
Die folgenden vier Monate waren, um es in einem Wort auszudrücken, emotional. Die Verwirrung, wenn ich wieder einmal die Anweisungen der Lehrerin nicht richtig verstand; die Panik, als ich alleine zwei hilflose Kinder während eines Erdbeebens in Sicherheit bringen musste; das Ringen um Geduld, als ein Kind meine neue Hose grün angemalt hatte; und die Sorge um die Kinder, wenn sie aufgrund ihrer Behinderung nicht ausdrücken konnten, warum sie sich gerade schlecht fühlten. Aber vor allen Dingen sind es die schönen Momente, die mich oftmals tief bewegt haben und mir wohl noch lange Zeit lebhaft in Erinnerung bleiben werden. Zum Beispiel der Moment, in dem mir klarwurde, dass die Kinder trotz ihrer Behinderung, welche vor allem zu einer gestörten Kommunikation und einem Mangel an sozialer Fähigkeiten führt, eine enge Beziehung zu mir aufgebaut hatten. Oder der Stolz, einem Kind nach wochenlanger Anstrengung beigebracht zu haben, wie man puzzelt oder malt. Und natürlich die vielen kleinen Momente – Kinder, die mir zur Begrüssung freudestrahlend in die Arme liefen, kleine Händchen, die sich an mir festhielten, und dankbare Eltern, die mir regelmäßig selbstgemachten Apfelkuchen schenken wollten.
Wenn ich an meine Zeit in Anakena zurückdenke, stehen mir vor allem die Erfolge der Kinder vor Augen. In nur vier Monaten haben sie so viel gelernt; trotz meiner bisherigen Erfahrungen mit Kindern habe ich noch nie eine derartig beeindruckende Entwicklung gesehen. Ein kleiner Junge, der bei unserer ersten Begegnung bewegungslos im Rollstuhl saß, fing eines Tages aus dem Nichts heraus an, mit einer unglaublichen Entschlossenheit zu lernen. Innerhalb von wenigen Wochen lernte er laufen, malen, schaukeln und spielen und ich kann kaum in Worte fassen, was für ein Privileg es war, ihn bei diesen ersten wackligen Schritten begleiten zu dürfen.
Als Voluntärin von VE Global ist es meine Aufgabe, den Kindern als positives Vorbild zu dienen. Aber im Laufe der letzten Monate sind die Kinder immer mehr zu meinen Vorbildern geworden. Trotz schwieriger Ausgangsbedingungen direkt zu Anfang ihres Lebens – Armut, Behinderungen, Vernachlässigung und Missbrauch – gehören sie zu den stärksten Personen, die ich kenne. Sie geben nicht auf, lernen jeden Tag etwas Neues und wissen, was sie wollen. Ihre Persönlichkeiten und individuellen Entwicklungsschritte geben mir jeden Tag neue Hoffnung. Doch auch sie brauchen jemanden, der ihnen Hoffnung gibt; der ihnen zur Seite steht, zuhört, die Schuhe zubindet und sie einfach lieb hat, wenn ihre Eltern oder Lehrer gerade einmal keine Zeit oder Kraft für sie haben. Darum ist es das Anliegen von uns, den Voluntären der Hoffnung, ihnen diese zusätzliche Person zur Seite zu stellen.
Dorothee sammelt Spenden für VE Global durch eine online fundraising Webseite. Wenn Sie gerne was beitragen möchten, bitte besuchen Sie diese Webseite.
Cómo se convirtió en mi modelo de vida un niño de seis años
La primera vez que fui al Colegio Anakena desde hace cinco meses, no tenía ni idea de lo que me esperaba al otro lado de la puerta blanca rodeada de plantas exóticas. Después de tres años estudiando educación diferencial en Alemania, decidí empezar una nueva aventura con seis niños con autismo al otro lado del mundo. Entonces ya estaba acá, con mi español deficiente y mi conocimiento del autismo insuficiente, pero llena de energía, motivación y curiosidad.
Los cuatro meses siguientes eran, en una palabra, emocionales. La confusión cuando no entendí las instrucciones de la profesora; el pánico cuando tuve que llevar dos niños indefensos a la zona de seguridad durante un temblor; la lucha por paciencia cuando un niño había pintado mis nuevos pantalones con témpera verde; y la preocupación por los chiquillos cuando estaban incapaces de expresar por qué se sentían mal por causa de su discapacidad. Sin embargo, eran los momentos lindos que me emocionaban y que se quedarán grabadas de manera vívida en mi memoria durante mucho tiempo. En estas situaciones se incluye el momento en que me di cuenta que los niños habían formado una relación fuerte conmigo a pesar de su discapacidad que, sobre todo, resulta en una comunicación retrasada y en una falta de capacidades sociales. También se incluye el orgullo de haberle enseñado a un niño como hacer un rompecabezas después de muchas semanas de esfuerzo. Y, obviamente, muchísimos momentos pequeños – niños que se saltaron a mis brazos lleno de alegría para saludarme; sus manos pequeñitas que se tomaron de las mías; y padres agradecidos que me regalaban pastel de manzana casero.
Reflexionando nuevamente sobre mi tiempo en Anakena, principalmente pienso en los logros de los niños. En solamente cuatro meses, han aprendido tanto; a pesar de mis experiencias anteriores trabajando con niños, nunca he visto un desarrollo tan impresionante. Un niño pequeño, quien, en nuestro primer encuentro, estaba sentado inmóvil en su silla de ruedas, un día empezó a aprender con una determinación increíble. En pocas semanas, aprendió a caminar, pintar, columpiarse y jugar. No puedo describir en palabras el privilegio de acompañarle con estos primeros pasos tambaleantes.
Como voluntaria de VE Global, es mi tarea servir de modelo de vida para los niños. Pero durante los últimos meses, los niños se han vuelto más y más en modelos de vida para mí. A pesar de una situación inicial muy difícil en sus primeros años de vida – pobreza, discapacidad, abandono y abuso – son del grupo de personas más fuertes que conozco. No se rinden, aprenden algo nuevo cada día y saben lo que quieren. Sus personalidades y desarrollo individuale me dan nueva esperanza cada día. Sin embargo, ellos también necesitan una persona que les dé esperanza; que esté a su lado, que les escuche, que les ate los cordones y que les quiera si sus padres o profesores no tienen tiempo o la fuerza para hacerlo. Por eso, es nuestro deseo, los Voluntarios de la Esperanza, ser una persona adicional a su lado.
Dorothee tiene una página de recaudación de fondos para VE Global. Si quieres donar, por favor visita su página aquí.