Por Alejandra Ardila Sánchez, Voluntaria de VE, Enero 2013
La experiencia de ser voluntaria en otro país.
Mi nombre es Alejandra, soy licenciada en Educación Infantil y vivo en Bogotá, la capital de mi hermoso país, Colombia. Desde hace cuatro años trabajo como profesora y desde entonces siempre he esperado tener una oportunidad para conocer otras realidades de la infancia, porque creo que no existe una, sino muchas que son producto de las amplias diferencias económicas, sociales, culturales y políticas que se viven en todo el mundo. Por esta sencilla razón me dediqué a buscar un escenario que me permitiera aprender aún más sobre las infancias, enseñar y redescubrir el significado de mi labor, la educación. Aunque no es fácil dejar tu hogar y tu familia, decidí viajar a un país latinoamericano que muestra significativos avances en cuanto a la educación como una vía de progreso y a la recuperación de la memoria como una forma de mantener vivo el espíritu político de su sociedad y aqui estoy.
Hace dos semanas inicié como voluntaria en el Hogar San Francisco, un hogar que busca restablecer los derechos vulnerados de las niñas y servir como una medida de protección a un entorno que las trata de manera hostil. Entonces llegamos, mis compañeras y yo a ser parte de su cotidianidad, con muchas expectativas sobre todo lo que podíamos hacer; jugar, correr, hablar con las niñas, enseñarles sobre lo divertido que es leer, dar paseos, pintar, entre otras. Un gran panorama y muchas ganas de iniciar. Cada vez que entraba a un lugar diferente del hogar veía a niñas de diferentes edades y me recordaba a mi misma la meta que tenía “ofrecer nuevas experiencias de aprendizaje” pero el tiempo compartido con las niñas me fue quitando poco a poco la venda de los ojos y aprendí una lección; los seres humanos tenemos la virtud de nacer de nuevo por acción de las experiencias, yo nací de nuevo con las niñas. Sentí temor de haber olvidado mi formación, me cuestionaba cada segundo si era correcto hablar con demasiada autoridad o mejor pasaba desapercibida como un mueble más. Ocasionalmente escuchaba pataletas, gritos, peleas, risas, pero en ninguna de ellas intervenía más que con un “niñas por favor no peleen” y entonces me sentía impotente y frágil, intentando recordar cómo hacía para organizar mi anterior grupo, para que me escucharan. Justo en ese momento aprendí otra lección; no estoy en mi país, no son los mismos niños, no tienen las mismas edades y además no tienen las mismas condiciones sociales, es decir, estoy frente a una de las tantas infancias de las que había leído en la universidad, a diferencia de que ahora la estoy viviendo.
El tiempo sigue pasando, pero no soy la misma que cuando llegué, ahora me he aprendido el nombre de cada una de las niñas y me pongo tareas sencillas para compartir tiempo y aprender con ellas, como jugar en la cama elástica, jugar fútbol, jugar a los caballitos, cortar y pegar papeles, colorear, escribir te amo en carteles gigantes, invitarlas a leer conmigo a mi modo y luego que ellas me lean al suyo, reirme de sus bromas aunque en ocasiones les lance una mirada que diga “eso que haces no está bien” pero también doy muchos abrazos y besos en la frente. El tiempo sigue pasando y he podido manifestar cuando me molesta algo y ellas me entienden así como yo siempre las he entendido, llevo dos semanas y a mi percepción, se ha caído por completo la venda de mis ojos. Llevo apenas dos semanas como voluntaria y me siento muy orgullosa de las niñas, me han enseñado sobre la paciencia como una virtud que no se agota porque hay muchos momentos que no parecen tener salida pero ellas con su inocencia e inteligencia la inventan y entonces me muestran que es con paciencia que se logra salir de las dificultades. Estoy también muy orgullosa de mis compañeras, porque trabajamos en equipo, nos escuchamos y hacemos todo lo posible por no dejarnos vencer cuando alguna niña no nos quiere escuchar. Porque las diferencias en el idioma no son una barrera sino son el puente que nos permite hacer lo necesario para llegar a la solución.
Hace un mes que llegué a Santiago de Chile con el firme propósito de ser mejor profesional, pero hasta el momento he logrado algo mejor gracias a las niñas y las tías del Hogar San Francisco, ser mejor persona, más afectuosa y tranquila, con ello puedo decir que ser voluntaria me ha hecho nacer de nuevo.
Que bueno que una colega como tú nos siga enseñando que si se puede enseñar, dejando de lado muchos Tabus que en una sociedad como la nuestra se encuentran; y lo que es peor aún se viven a diario en esta profesión. Sigue reencontrando en tí ese docente que no se debe perder……Felicitaciones….Un abrazo enorme..Patty.
Wou Sister F E L I C I T A C I O N E S ♥ Esto es una gran escrito ; es un logro mas es una meta mas cumplida y por las que faltan ; una experiencia mas vivida y por contar . nos alegra saber que todo esto es situación marcada en tu vida .. ♥ Teamamos.
Mi alejandra, difinitivamente eres una persona que cada dia admiro mas por tu fortaleza, tu inteligencia y la gran capacidad de enfrentar todo los episodiios de tu vida…Dios te bendiga.
“la virtud de nacer de nuevo” algo que necesita en el mundo creando experiencias donde nos encontremos con nosotros mismos y creo que eso lo está logrando Leja
… y para mi es un orgullo hacer parte de su vida, un orgullo cuando hablo de usted y de las cosas que hace.
¡Bien!
y como haces para mantenerte alli, para comprar tus cosas, donde vives, todo,,, pues quiero participar en esto, ultimamente me he sentido “vacia” y quiero cambiar mi modo de ver, pero me asusta,,,
Hola Leidy,
Gracias por escribirnos. Te mandé un mensaje a tu correo. Por favor avísanos si tienes más preguntas.
Saludos,
Equipo de VE